Seguramente aquellos valerosos hombres de nuestra región, Santiago Gadea, Gervasio Galarza, Tomás Gómez, Timoteo Domínguez y Doroteo Vélez entre otros, empuñaron las armas sin hacer conciencia que pasaban a la historia.
Aquella poderosa llama de libertad encendía sus corazones, dejando muchas veces a un costado su familia.
La voz del caudillo era palabra santa, y sin medir consecuencias. Pero ahí estaban ellos, con frío, con lluvia, con viento, de noche y de día, al asecho del enemigo.
Largos días de espera, donde la comida era escasa, atrapados en algún laberinto del monte, o escondidos en altos pajonales.
La espada, pero también la pluma. Unos luchaban, otros la estrategia. Lo importante era encontrar la libertad.
Las esperas de las esposas y los hijos se hacían eternas. Siempre la duda; llegará valeroso, vendrá herido o lo peor, habrá caído en la reyerta de una batalla.
Primero fue la lucha por la libertad, luego las divisiones por la divisa, varias veces las alzas contra el poder; pero, siempre la frente bien en alto.
Pasaron los años y aquellos que fueron enemigos, se dieron un abrazo. Dejaron las armas y tomaron la pluma, buscando otro horizonte totalmente diferente y más peligro; lucha de poderes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario