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martes, 29 de mayo de 2012

DOÑA TUCA

   Quién no conocía en el barrio aquella agradable y servicial vecina. Casa modesta, de puertas bajas y ventanas pequeñas, y como mimetizando el lugar pintada de color verde. Ubicada en una esquina de la manzana, solía ser la vivienda más visitada.
    Su carácter bonachón, de mirada tierna, con un simpático ¡Adelante!, hacía que sus visitantes ya se sintieran mejor cuando pasaban el umbral de la puerta de calle.
   Un empacho, un dolor de muelas, una terrible jaqueca, y porque no el mal de ojo, eran las consultas mas solicitadas.
   Nunca aceptaba dinero, solamente un humilde regalo de ocasión. Un pan casero, una caja con huevos frescos, o un simplemente ¡Muchas gracias!,
  Con la paciencia que los años le habían asignado, tomaba su característica “tira” y comenzaba la tradicional ceremonia.
   “Hay por Dios, mire hasta donde le llega la medida, es un gran empacho”.
  “Son tres curas, me lo debe traer nuevamente mañana y me lo tiene livianito de comida”.
  Así fue durante muchos años, visita tras visita, sin una queja, jamás una mala cara. Pero la vida también hizo mella en su salud, y un día nos quedamos sin Doña Tuca.
  Se había ido una referente del barrio, ya todo era diferente. La casa vacía, mudo testigo de tantos favores.
  Los tiempos han cambiado, y aquella tira mágica, con las palabras sagradas de un ser especial, fueron sustituidas por pastillas, análisis y adelantados equipos de investigación.
  Pero aquel calor humano y la esperanzada palabra de aquella adorable anciana, no se puede olvidar.

UN DESCANSO EN EL CAMINO (Obra teatral corta)


PERSONAJES: 
1.      Narrador-voz en off
2.      Artigas
3.      Nicolás Ruiz
4.      Felipe Benítez
5.      Juan Pablo Ocampo
6.      José Casal
7.      Josefa Paredes
8.      Narcisa Vicuda
9.      Isabel Márquez
10. María Domínguez
11. Fermina Ruiz

Este grupo de personajes se integraba de la siguiente manera:
·        Juan Pablo Ocampo casado con Josefa Ibarra, un carruaje, 3 hijos y una esclava
·        José Casal casado con Josefa Paredes, un carruaje y un hijo.
·        Narcisa Vicuda, casada con José De Castro, 3 carruajes y una esclara.
·        Nicolás Ruiz, casado con Juana Siva, 1 hijo.
·        Felipe Benítez, viudo, un carruaje y dos hijos.
·        Isabel Sánchez, sola con un hijo.
·        María Domínguez, viuda.
·        Fermina Ruiz, casada con Pedro Aguilar, 2 carruajes y 3 hijos.

SOBRE EL MONTAJE
 La obra se debe desarrollar junto a un fogón en el campo, una parrilla, bancos traídos por los mismos paisanos, donde se sientan junto al fogón. Demostrar que la escena es de noche, y el mate  se sirve con una caldera de lata.

SOBRE EL VESTUARIO
Vestimenta adecuada a la época: octubre de 1811.
Mujeres: Sombrero en la cabeza, cubiertas con el poncho o capa americana (una tela con un agujero en el centro por donde se pasa la cabeza y cae en largos y graciosos pliegues, desde los hombros hasta el anca del caballo.
Hombres: Se cubrían a medias: una vincha  o lienzo blanco, atado a la frente, les retiene los cabellos como un vendaje, que les da un aspecto de fieros convalecientes; una camisa de lienzo les cubre el cuerpo; un pedazo de jega o de bayeta de color, ceñido a la cintura, el chiripá les envuelve los muslos, dejando libres las piernas, desnudas, o defendidas por una especie de guante de pies de caballo sobada, la bota de potro, que no envuelve los dedos, agarrados al estribo; en la cintura llevan ceñidas las boleadoras, y atravesado a la espalda el cuchillo.

TEMAS MUSICALES
 Los temas para escuchar en la obra deben ser cielitos y vidalas.-
  Antes de la introducción, se oye una música suave
  En los silencios de parlamento, una música suave.

INTRODUCCIÓN-
 - Narrador -Aquel camino sinuoso y pedregoso de la Banda Oriental, se vio desbordado por los fieles paisanos, mujeres, niños, mulatos y negros esclavos, que los unía un solo ideal: “seguir al general”.
 El norte marcaba su derrotero, sin importarles dejar atrás su querido terruño.
 Habían pasado algunos días de duras jornadas, cuando aquel domingo 3 de noviembre de 1811, acampan en las puntas del arroyo Cololó.
 Fogones y guitarreadas acortan la noche de aquel diversificado grupo de valientes, seguidores del Jefe de los Orientales.
  El campamento era grande y unido. Junto a los fogones el cansancio menguaba y las familias se unían para conocerse mejor.
  En uno de ellos estaba Artigas, rodeado de paisanos admiradores, que lo observaban con respeto, pero firme en sus convicciones.
  El silencio duró pocos minutos, y el diálogo se hizo fluido, ameno y lleno de nostalgias.
  Como no podía ser de otra manera, Artigas vuelca su curiosidad entre los que lo rodean:
PLANTEAMIENTO DE LA ESCENA INICIAL

-          Artigas sentado junto al fogón observa a Nicolás Ruiz preparando la parrilla, para asar el carnero. Comienzan a llegar algunas familias paisanas a saludar al Jefe de los Orientales, y hacer rueda junto al fogón, a la espera del sabroso carnero asado; en esos momentos llega Juan Pablo Ocampo.

   Juan Pablo Ocampo – Buenas noches mi general. Soy Juan Pablo Ocampo para servirlo, y vengo con mi esposa Josefa Ibarra, me acompañan tres hijos, y una esclava
   Artigas – Bravo mi aguerrido paisano, porqué no se quedo en su rancho, el viaje es peligroso, y no tenemos soldados suficientes para que los defiendan.
   Juan Pablo Ocampo - ¡De ninguna manera!, vuestra lucha es la nuestra.

-          Casi enseguida llega José Casal, que había escuchado en parte el diálogo anterior-

    José Casal – Lo mismo que mi compatriota Ocampo, continuaremos a su lado; soy José Casal y viajamos en un carruaje mi esposa Josefa Paredes y nuestro hijo.
     Artigas – Me llena de orgullo mi compaisano, que haya elegido mi protección, y abandonara su querida querencia.
Josefa Paredes – Los orgullos somos nosotros, poder estar al lado del Jefe de los Orientales.

-          Cada uno que llegaba tomaba un lugar junto al fogón. Con su característica de paisana aguerrida, y su sombrero en la mano, llega María Domínguez, que le extiende su mano y le dice:

   María Domínguez – Soy María Domínguez, viuda, viajo sola y estoy para   servirlo a Ud. y a los compatriotas que necesiten de mis servicios.
  Artigas – Su coraje de paisana oriental, es un ejemplo para mi pueblo; (breve pausa) seguramente mis dos hermanas que me acompañan, fijarán sus pautas.

-          Narcisa Vicuda  cubierta con su poncho, llega también al fogón.

    Narcisa Vicuda – No quisiera interrumpir vuestra conversación, pero soy Narcisa Vicuda, viajamos con mi esposo José de Castro, una esclava y son de nuestra propiedad dos carros cubiertos de cuero, y una carreta que ha venido a los tumbos.
    Artigas – Me asombra que mis fieles paisanos, hayan insistido en este desplazamiento. Les pido que se cuiden (breve pausa), las partidas españolas acosan a mi pueblo.

-          Don Felipe Benítez es un paisano veterano, con vincha atada a su frente, facón en la cintura, y el pucho no se le cae de su boca.

    Felipe Benítez – Como no iba a estar a su lado mi general, si siempre he luchado por su causa. ¡Perdón! soy Felipe Benítez tengo setenta años, viudo, me acompañan dos hijos, y viajamos en un carro destechado.
    Artigas – No es justo que a su edad Don Felipe, esté dispuesto a este sacrificio. ¡Porqué no regresa a su rancho!
    Felipe Benítez – La patria nos necesita mi general, y no podemos permitir entregar nuestras tierras.

-          Isabel Márquez y Fermina Ruiz llegan juntas. Isabel viaja en uno de los carruajes de Fermina, y ha nacido una amistad.

   Isabel Márquez – Mi general, soy Isabel Sánchez, viajo sola con mi hijo, y la familia de Don Pedro Aguilar y Fermina Ruiz, me permiten viajar en su carruaje.
   Fermina Ruiz – Don José, esperaba este momento de encuentro, soy Fermina Ruiz, viajamos con mi esposo Pedro Aguilar, nos acompañan tres hijos, y pudimos acondicionar dos carros cubiertos de cuero.
Artigas – Las familias paisanas se van incorporando a esta marcha. Uds. son parte de ellas, y es mi obligación protegerlas.

      Narrador- La rueda junto al fogón se hizo compacta, cada uno de los paisanos incorpora sus experiencias, con voz pausada, pero llena de nostalgia. Al ver Artigas el sacrificio de sus compatriotas, les dice:

   Artigas – “Mis fieles paisanos. El camino será largo, dificultoso y lleno de peligros; ¿están dispuestos a enfrentar ese desafío?

   Todos contestan:
               “¡Junto a Ud. siempre nuestro general!”

   Narrador -El fogonero Nicolás Ruiz, arrimaba brasas a la parrilla donde el carnero se asaba a fuego lento.-

    Artigas – No apure ese asado Nicolás que la noche es larga, y quiero disfrutar de un diálogo ameno con mis compaisanos.
 Nicolás Ruiz – No se preocupe mi general, que no habrá quejas de los que se acerquen a este fogón, mi esposa Juana busca más leña en el monte.
  
 Narrador -El respeto por la presencia de su jefe, muchas veces dejaba sin palabras a los aguerridos paisanos.
 
  Nicolás Ruiz – Todos han presentado a su familia, y yo haré lo propio.
  Artigas – Hable buen amigo, no me descuide el asado, que los perros hambrientos pueden hacer de él, su presa.
  Nicolás Ruiz – Vengo con mi esposa Juana Silva y mi hijo, traje tres caballos, que son los que nos trasladan, y nos sigue sin perder la huella, nuestro perro.
  Felipe Benítez – “Yo le dije a Nicolás que como buen vecino que somos, mi carruaje estaba a su disposición; sólo viajan conmigo dos hijos, que tienen sus propios caballos.”
  Nicolás Ruiz – “Este tranquilo Don Felipe que seguramente Juana será quien lo use, y dejará en él algo de ropa.”
   José Casal – Está pensativa Narcisa, ¿piensa en el rancho?
   Narcisa Vicuda - ¡De ninguna manera!, eso ya quedó atrás. Estoy preocupada por mi criada, la “negra Tomasa”, que viene un poco enferma.
   Juan Pablo Ocampo – Que se haga curar con Doña María Domínguez, que tiene mano santa para el empacho.
    Narcisa Vicuda – La pobre quedó acostada en uno de los carruajes, y mi esposo José, se da una vuelta por ella.

   Narrador – Doña María sale rumbo a la carreta de Narcisa, y a los pocos minutos vuelve a la rueda.

      María Domínguez – Quédese tranquila Narcisa, lo de la “negra” es solo un empacho, y pronto se pondrá bien.-
      Narcisa Vicuda – Muchas gracias doña María.
     José Casal - ¿Cómo dijo que se llamaba su esposo, doña Narcisa?
     Narcisa Vicuda – El es José De Castro, aquel petiso que conversa con Doña Josefa Ibarra, la esposa de Juan Pablo.

Narrador  Doña Fermina Ruiz, trata de encontrar entre sus pertenencias, el facón, para comer un trozo de asado.

   Fermina Ruiz - ¡Parece mentira este Pedro! me llevó el facón y no tendré para echar un tajo.
   Juan Pablo Ocampo – No se preocupe doña Fermina, mis hijos le van a prestar uno, entre ellos se arreglan.-
   Fermina Ruiz  Es un despistado, seguramente los dejó en el carruaje, y no tengo ganas de caminar a buscarlo. 
 
    Narrador – Entre tanto Artigas escuchaba los comentarios de sus paisanos, y con voz pausada les dice:


    Artigas – Debemos mantener la calma, el camino es duro, largo y encontraremos muchas dificultades que deberemos afrontar. Unidos saldremos adelante y llegaremos a destino.
    Isabel Márquez – A lo lejos dejé mi rancho, sólo me acompaña un hijo, y las pocas pertenencias que pude traer.
    María Domínguez - ¡Lo mismo me pasa a mí doña Isabel!, con la diferencia que soy viuda, y vine sola.-
    Narcisa Vicuda - ¿Doña María, me curará a mi pobre “negra”?, la necesito fuerte para continuar la marcha.
   María Domínguez - ¡Con mucho gusto, estoy para servirlo a Ud. y al que lo necesite!
   Felipe Benítez – Traje esta botella de caña, que me regaló el pulpero, para compartir con Uds. Échele un trago mi general.
  Artigas  - Compartir es sinónimo de unidad. Sirva al resto, que yo me guardo para el final.

Narrador Nicolás seguía arrimando brasas a la parrilla, sintiéndose el chirriar de la grasa del asado.- Josefa Paredes la esposa de José Casal, acomoda su sombrero que había sido castigado con una rama de espinillo.

  Josefa Paredes – Es inútil hay que mirar por donde se camina, porque cuando uno menos lo espera, lo atrapa el enemigo.-
   María Domínguez – Que yo sepa doña Josefa, no hemos visto ningún cuatrero.
  Josefa Paredes - ¡No doña María!, enemigo le digo a la rama de espinillo que me atrapó el sombrero.
  María Domínguez – Me deja más tranquila.
  Fermina Ruiz – Cuando mi esposo Pedro, trajo la noticia al rancho que había que dejar todo, y seguir al jefe Artigas no dudé en aceptar su valentía.

  Narrador – Artigas escuchaba con atención las confesiones de sus criollos. Cada uno a su medida, y prevaleciendo la desigualdad de esa sociedad,  contaban la decisión de acompañar al caudillo.

   Isabel Márquez – En realidad dejé a mis patrones de la estancia; le dije a mi hijo que juntara la ropa que pudiera, y sin pensar en nosotros, tomé la decisión.
   Nicolás Ruiz – Creo que en pocos minutos más, el asado estará pronto, pero debo traer leña.

   Narrador – Deja por unos minutos la parrilla y se traslada a pocos metros, que su esposa Juan Silva, le había dejada la leña.

   María Domínguez – ¡Menos mal don Nicolás!, porque mi estómago no recibía alimento desde muy temprano.  
   Felipe Benítez – A mi finada, le gustaba el cordero jugoso, y siempre le hacía el gusto.
 
  Narrador – Los comentarios eran pausados, en voz baja, respetándose cada uno, y sin discusiones innecesarias.
  
   José Casal – Seguramente mi modesta pulpería, quedó en silencio.
   María Domínguez - ¿Por qué en silencio don José?
   José Casal – Todas las tardes el payador Segundino Ramírez, llegaba con su guitarra, y tenían un contrapunto con Maleficio González.
    Juan Pablo Ocampo - ¡Perdón don José! pero ese tal Maleficio, fue el matador del pardo Ramón.
   José Casal – Es verdad, pero ahora está suelto, y parece ser un buen hombre.
    Artigas – No debemos juzgar a los hombres por un hecho aislado, habrá que conocer muy bien el motivo, de su feroz agresión.
    Josefa Paredes – Tiene razón el general. Tengo entendido que el pardo Ramón era un mercenario de Rivera, y entre ellos había pica por hechos acontecidos en la frontera con los portugueses.-
     María Domínguez- ¡Esta Josefa! Se conoce todas las disputas de los aguerridos criollos.

  Narrador – Mirando hacia el horizonte, se veían recortadas las figuras de las carretas, que esperaban el nacimiento del día, para continuar camino.

   Narcisa  Vicuda – Tendría que ver como marcha mi “negra” después de la cura de doña María.
   Fermina Ruiz  La acompaño Narcisa, está un poco oscuro para aquel lado.

   Narrador – Al poco rato Narcisa y Fermina, regresan al fogón. Un breve silencio se apodera del campamento, al recibir la alarma que una víbora anda cerca de los caballos.-

  Artigas  - Que vaya el negro Pascual, que es ducho con la lanza, y seguramente se hará cargo ligeramente del animal.

  Felipe Benítez – ¡Pasó la preocupación mi general!, como Ud. dijo, el negro Pascual, con un golpe certero mató la víbora.
  María Domínguez – ¡Que horrible, si se gana dentro del carruaje!
 
Narrador – Muchas familias indígenas acompañaban esta caravana. Conocedores de nuestra campaña, apoyaban la marcha, y recomendaban los mejores pasos.
 
María Domínguez – Don Nicolás, demora mucho el asado. Estoy algo cansada y deseo dormir.
Nicolás Ruiz – Le pido unos minutos más doña María,  después del general, Ud. tendrá su trozo.
Artigas – No hay apuro Nicolás, que cada uno corte su parte, y si alcanza buscaré la mía.

-          Cada uno tomó su porción de asado, y en silencio disfrutaba de aquel sabroso carnero.




martes, 15 de mayo de 2012

CALABOZO DE UN N,N,



   Años difíciles, años sin pausa. El pensamiento volaba más rápido que la luz, y las manos temblaban en la escritura. Corriendo de aquí para allá, parecía que el tiempo apretaba en su pecho.
     Largas noches de espera, largas noches de angustias. No era fácil. Su interior quería vivir otra historia, pero no lo dejaban.
     Llantos interminables, por un no se qué, dejándolo extasiado. Largas y mentirosas páginas, aparecían en los diarios. Sería para él, o solamente una metáfora.
     Recordando una niñez muy lejana, se dormía vestido. Las caricias de su madre quedaron por el camino, y los sabios consejos de su padre, aún rechinan en sus oídos.
     La maestra de primer grado, sabia enseñanza. Sus compañeros de clase aún quedan en sus recuerdos.-
     Casa de ladrillos sin revoque, un patio grande con abundantes arbustos, la sonrisa franca de la vecina, eran aquellas simples cosas grabadas en el inconciente.
    Ya era tarde. Su vida estaba marcada para otro camino.
     Aquella fatídica tarde de un cruel invierno,  lo llevaron. Pocas ropas, casi desnudo, con un corazón destrozado, llegó aquel horrible lugar que nunca olvidará.
    Aquellas lúgubres paredes dejaban escuchar entre sus rajaduras, quejidos, gritos y viejas historias jamás contadas.
   Un camastro apenas cubierto por una rotosa cobija de quien sabe, daban la triste realidad del lugar. Una lamparilla cargada de telas de arañas, pedía permiso para semi alumbrar aquella gayola, cargada de sufrimientos.
   En una esquina, un marco sin vidrios y figura alguna. En la otra esquina una maltratada palangana de un viejo enlozado, que en algún momento quiso ser blanca; apoyada sobre un defectuoso banquito de madera, visitado en muchas oportunidades por la polilla.
   Bajo sus pies, si lo podemos llamar piso, trozos desarticulados de un pasado lejano de ladrillos de campo.
  Qué noche por favor. Ruidos y silencios, quejas y silencios, voces y silencios.
  Imposible conciliar el sueño, cuando un curioso ratoncito observaba todos sus movimientos. Lógicamente era nuevo para él.
  Al entrar la noche el molesto y desagradable chirriar de las puertas, que seguramente eran de sus eventuales compañeros de esta travesía, sin un destino cierto; taladraban su mente una y otra vez.
   El sabía muy bien que en este viaje nadie lo acompañaba. Su madre a pocos meses de fallecer, su padre un drogadicto perdido y su única hermana jamás se interesó de su situación.
   Por ser la primera noche muchas emociones. En la madrugada un señor con voz tosca y risa burlona, se presenta junto a él. Se miran, se observan, ninguno de los dos baja la mirada. A lo lejos parece escuchar una voz conocida, no identificable.
   Aquel señor se retira y trata de conciliar el sueño. Su mente perturbada solo formaba imágenes geométricas, que no coincidían entre sí.
    Nadie imagina lo que aquel buen hombre estaba pasando. Por momentos se desconocía a si mismo, sentía que se desdoblaba su personalidad, que estaba en el cuerpo de otra persona.
   Cuando logra descansar su mente, golpes y gritos anunciaban que comenzaba un nuevo día. El sol nunca lo encontró. Camina por un largo pasillo, que parecía el fin del mundo. Quería probar bocado, pero no podía. Un nudo aprieta su garganta y una voz interior que pide justicia.
   Rodeado de rostros desconocidos, su mente comienza a fabricar la más macabra de sus pesadillas. Los mira, y en cada uno de ellos encuentra el destino que el mismo se imagina; muerte, soledad, angustia, sufrimiento, y el no ser comprendido.
  Cada noche, cada instante, ese misterioso refugio lo agobia más. Los días largos y las noches interminables. Solamente le espera la soledad.
   Las pesadillas, la voz de la madre que según él lo llama, el deseo de tener la palabra de su padre, y aquella hermana que siempre estuvo ausente, le diera un abrazo.
   El almanaque se había borrado de su vida. Todos los días eran iguales. Su barba crece junto a su pelo. Cuando tiene momentos de lucidez, piensa que tanto mal habrá hecho, que no recibía ni unas líneas de sus viejos amigos de correrías.-
   Un día como de limosna, un viejo pantalón y una desdibujada camisa, le tiran junto a su cama. Para él era una bendición, ya sus primeras ropas estaban totalmente estropeadas, e imposibles de continuar en su cuerpo.
  A los pocos días llega a sus manos una diminuta esquela. Temblaba, lloraba y tenía miedo de comenzar a leerla.- Todo aquello quedó a un lado y con mucha ansiedad abre aquel papelucho. Lo lee despacio, lo vuelve a leer, y quebrado en llanto lo hace pedacitos. Su única hermana había muerto.
   Van pasando los meses, talvez los años, y una tarde como por arte de magia, escucha una voz, que le informa que tiene visitas.-
  Camina lento, con mucha dificultad, para llegar al encuentro que le habían anunciado. Su barba muy larga, teñida de blanco, lo hacía irreconocible.
  Pero en aquel banco junto a una ventana, había un hombre. Su padre.
  Un abrazo interminable, caricias, besos, muy pocas palabras. Sus manos entrelazadas no se desprendían. Muchas noches, muchos años esperando este casi imposible encuentro.-
   Pero lo bueno dura poco. Ese hombre debió retirarse.-
   Una luz de esperanza llegó a su vida, y ahora pensaba que no estaba solo. Que seguramente en cualquier momento volvería a verlo.
   A partir de ese día, su persona cambió. Se corta la barba y el pelo. Se baña y quiero comenzar a leer noticias de un mundo exterior, que hace tanto tiempo que lo ignora.
    Su mirada vuelve a tener luz, y un poquito de esperanza comienza hacer casilla en su corazón.
     Su padre había fallecido hacía varios meses, pero él nunca se había enterado.
    Los días fueron más cortos, las noches deseadas para un sueño reparador, y el deseo de seguir viviendo.-
   No siempre nuestro calabozo debe ser de material, muchas veces nos encerrados en nosotros mismos, y una breve, pero enriquecedora visita nos abre el corazón.-