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viernes, 7 de enero de 2011

LA HERENCIA DEL TIO PASCUAL( 5ta. y final)

   En esos momentos la ventana del cuarto del fondo se abre bruscamente, ingresando desde el patio, un enfurecido gato negro que pasa velozmente por la sala.

 Sofía - ¿Y ese gato de donde salió? Es parecido al gato de la vecina, pero el de ella, murió el año pasado.
 Antonio – Si no era él, muy parecido, tenía una mancha blanca en el lomo, igual al de la vecina.
 José – No debemos dispersarnos, concentrémonos en el argumento del borrador del tío.

   El gato vuelve a pasar por la sala, y se retira de la casa por la ventana por donde entró.

 Antonio - ¡Nuevamente ese gato! Hoy no habrá quien duerma en esta casa, solamente  falta que nos visite un fantasma.
 Sofía – Si hablas así, muy pronto el espíritu de doña Juanita nos visitará como el año pasado.
José – Según leía en el libro “Fantasmas amigables”, muchas veces los fantasmas que están molestos por algo, se dejan ver como animales  domésticos.
Martina – No continúes con esos temas José, que nos estamos poniendo nerviosos, …POR FAVOR… (Gritando muy fuerte)

   Martina que hasta ahora mantenía la calma, y daba un tope de sobriedad a la reunión, comienza a girar alrededor de la mesa, con las manos en alto. En una mano  el testamento y en la otra un ramito de flores que estaba sobre la mesa.
  Una vez más calma les dice:

  Martina - ¡Se callan por favor! Vamos a terminar todos en una casa de salud, y otros en el cementerio.

   En esos momentos cae al suelo un crucifijo que estaba colgado en la pared de la chimenea, el reloj da las campanadas de las dos de la madrugada, y el timbre del teléfono suena dos veces.
   Nuevamente el suspenso atrapó a estos cinco integrantes de la casa, que solamente les interesaba escuchar, que parte de la herencia les correspondía a ellos.

   Pedro - ¿Atiendo el teléfono?
   José – De ninguna manera, levanta el crucifijo que era de la abuela, y colócalo en su lugar.
   Pedro – ¡Imposible Don José, quedó averiado, y el arito de colgar no lo tiene.-
   José – Bueno, guárdalo en la biblioteca.
  
  El teléfono no deja de sonar, con una insistencia fuera de lo común. Ese timbre logra poner nerviosos a los asistentes.

   José - ¡Por favor Pedro! Atienda ese teléfono.
    Pedro – Como no señor, lo que Ud. disponga.
 
   Con paso firme, decidido a manejar la situación con inteligencia levanta el auricular:

   Pedro - ¿Hable claro, y pronto? , no tenemos tiempo que perder.
   Voz de la llamada – Hola Pedro, soy el Padre Ramón, de la parroquia Cristo Rey, del barrio “La medallita milagrosa”.
   Pedro – Si padre, en que puedo servirle.
   Padre Ramón – Quiero aclararles que yo soy amigo personal de vuestro tío Pascual. Un hombre de bien, y excelente contribuyente para nuestra parroquia.
   Pedro - ¿Por qué nos dice eso padre?
  Padre Ramón – Ha llegado a  mis oídos, vuestra desconfianza de la  amistad con Pascual.
  Pedro – Ud. está juzgando equivocado, el pensamiento de los hermanos Cimadevilla.
  Padre Ramón – Mañana personalmente visitaré vuestro domicilio, buenas noches.
  Sofía – Hoy estamos de punto, cualquiera se mete en nuestra vida privada, terminemos con toda esta fantochada.
  Antonio – ¡Hay un fantasma en esta casa!, o se olvidaron que el Padre Ramón, falleció hace dos meses, y no era párroco de Cristo Rey, sino de la capillita de Santa Teresita.
  José – Bueno, bueno, si debemos pasar por todas estos sacrilegios, para llegar a la verdad del testamento de nuestro tío, lo aceptamos con resignación.

  Martina, les pidió tranquilidad y continuará con la lectura.

   Capítulo 8 -  El veinticinco por ciento de mi fortuna, la deben dividir entre mis colaboradores directos.
  Capitulo 9 – El veinte por ciento de mi fortuna se entregará a la parroquia donde fui bautizado y el cinco por ciento restantes a mis sobrinos.

   Sofía - ¡Pero que viejo crápula! Con la limosna que nos tira. ¡Justamente a  nosotros que somos de su propia sangre!
  Antonio - ¡Debe tener sus facultades mentales alteradas!
  José – Debemos tener paciencia, esto es sólo el borrador, talvez recapacite y modifique los porcentajes.

   Martina - ¡Un momento! En la parte posterior tiene otros comentarios, que a lo mejor nos aclaran algo. Ellos dicen:

    “No deben olvidar mis sobrinos, que de acuerdo a sus conductas de integración familiar,  relacionamiento y afinidad para conmigo, los valores antes expuestos pueden modificarse e inclusive llegar al cien por ciento. Pero… de lo contrario, también pueden llegar a cero.”

   Sofía - ¡Qué se cree este tipo! Que nos va a tener atados como niños, haciendo bien los deberes.
   Martina – Yo creo, que no debemos exagerar. Debemos tener la mejor imagen para el tío, visitarlo, hacerle alguna tarea, invitarlo a cenar con nosotros, en fin lo que se dice buena letra.
  José – ¡Tú disculpa Martina! Con mis setenta y ocho años no voy a perder la dignidad de rebajarme por unos simples pesitos.

   Jocosamente Antonio dice:

  Antonio – Lo puedo invitar a jugar a las cartas, a pasear su perro por el parque, en fin alguna otra pelotudés – perdón por el improperio – que ridículos nos ponemos por una posible herencia.    
    Martina – A mi me parece que lo primero es hablar con él, sentarnos a charlar como  personas civilizadas, y luego tomar decisiones.
   Sofía – El recuerdo que yo tengo del tío Pascual, fue cuando murió papá, que trajo un ridículo ramos de flores.
   José – Creo que estamos en un círculo vicioso, haciendo conjeturas fuera de lugar, en realidad ¿De que era propietario el tío?
   Antonio - ¡Yo no lo sé!
  Martina - ¡Perdón! La casa donde vivía no se la arrendaba al turco de la funeraria.
  Sofía - ¡Tienes razón! Ahora que hago memoria, aquella casita que iba en el verano, nos habían comentado que pertenecía a la familia de su finada esposa.
  
   Aquella densa lectura que habían tenido que soportar, sólo les traía dudas. ¿Qué capital o propiedad tenía el tío? ¿Para eso, habían pasado una noche en vela, que ya eran las tres de la mañana?
    En esos momentos se escucha que alguien ingresa por debajo de la puerta de calle un nuevo sobre.
  
Martina – Pedro, ¿Puedes traer ese sobre?
 Pedro -  ¡Por supuesto! Intuyo que será otra desilusión, como las otras que hemos pasado. Ya no creo más nada.

   Pedro entrega el sobre a señor José, quien decide esperar unos minutos para abrirlo.
   Nadie quería darse por vencido, y decidieron apelar a la criteriosidad del viejo Pedro, que tantos años compartió, lo bueno y lo malo de la familia Cimadevilla.

  José – Antes de abrir el sobre, queremos ponerte en un compromiso Pedro. ¿Qué opinas de toda esta situación?

     El viejo mayordomo estaba muy cansado, y sentó en su sillón.-
    La trasnochada lo había dejado un poco perezoso. Se levantó lentamente de su cómoda situación, se refriega los ojos con sus manos, se despereza y a paso lento se dirige a la mesa.

  Pedro – Hubo algunas partes de la lectura que no las recuerdo, pero…
  Antonio - ¡Por favor Pedro! Es necesario conocer tu opinión en esto. Tú eres parte de esta familia, y si todo sale bien, también te verás beneficiado.
  Pedro – A mi edad no me interesa lo material. Yo conocía a vuestro tío Pascual. Era considerada un poco tacaño. Jamás supe que vuestros padres, recibieran un obsequio de parte de él.

    En esos momentos se abre la puerta de calle, ingresando un señor de barba blanca, muy espesa, trayendo un ramo de flores en su mano derecha.

  Nuevo visitante – Buenas noches señores, estén con Dios.
  José - ¿Quién es Ud. y que quiere?
  Nuevo visitante – Tengo que pedir disculpas por la interrupción de vuestra velada nocturna. Soy el notario Salvatierra, y fui enviado por su tío Pascual.
  Sofía - ¿Ud. viene por el testamento?
  Salvatierra - ¡Ah me olvidaba! El ramo de flores se los envía el tío.
  Sofía - ¡Perdón Sr. Salvatierra! Ud no me escuchó, que hay del testamento del tío Pascual.
  Salvatierra – Veo que va muy de prisa Srta. Sofía, tenemos toda la noche para conversar de ese testamento. Debo pasar por el baño, si me lo permiten.
  Antonio – Queda al fondo del pasillo, a su izquierda.
 Salvatierra – Muchas gracias, pero ya lo conozco
  Antonio - ¡Cómo! Si Ud. nunca ha estado en nuestra casa.
  Salvatierra Me lo indicó vuestro tío Pascual, antes de venir.
 
    El extraño visitante se dirige con paso firme en dirección al baño.- Pasaron varios minutos, y la curiosidad se apodera de la familia Cimadevilla. ¿por qué demora el señor Salvatierra?

  José – A ver que pasa en el baño, que demora tanto.¡ Pedro vaya por él!
   Pedro - ¡Otra vez se han burlado de nosotros, se ha esfumado este hombre, y no dejó ni rastro!

    Ya eran demasiadas irregularidades por esta noche, dejando atrás hechos que no tenían explicación, por lo menos para ellos. Decidieron seguir escuchando la reflexión de Pedro, y no leer la nueva nota que había llegado.
 
  Martina – Hace más de siete horas que estamos con este tema, te pedimos una reflexión, de la que podamos tomarla como referencia.
  Pedro - ¡Hay, hay! En mi cabeza se entrelazan fechas, momentos de mucha tristeza, angustias, y para colmo no tengo ningún familiar directo para comentarlas.
  Sofía – ¡Eso no interesa ahora Pedro! Nosotros queremos analizar la situación que hoy estamos viviendo.
 José – Dale Pedro, habla por favor.
 Pedro – Ahora que hago memoria, en el verano del año pasado, ¿No fuimos a un entierro?
  Martina - ¡Creo que sí!, y eso que tiene que ver
 Pedro – Tiene que ver, y mucho

   ¿Por qué? , preguntaron todos.

  Pedro – Porque si mal no recuerdo, era el entierro del tío Pascual.

  Aquella noticia cayó como una bomba en los hermanos Cimadevilla. Un manto de silencio de apoderó por unos minutos en la sala. Luego…..

  José – Alguien participó de esta macabra idea de la carta y el testamento, y nosotros nos hicimos llevar por la codicia
  Antonio – Después de todo, nunca precisamos de la ayuda económica ni de parientes, ni allegados.
   Martina - ¡Debemos analizar  por un instante! Si todos sabíamos bien que en ese verano, participamos del velorio y entierro del tío, ¿ Quién nubló  nuestra mente, que nos dejamos llevar por ese papelucho?
  José –Tiene razón Martina, hemos sido engañados en nuestra buena fe, pero a la vez nos quedó una enseñanza: “no debemos perder nuestra razón y nuestra línea de conducta, ante una situación o planteamiento dudoso.”
  Sofía – Yo por ser la más joven de los cuatro, los invito a cerrar este dudoso capítulo de nuestras vidas. Terminemos de cenar el exquisito pollo al horno, preparado por Pedro, y que esto nos sirva de ejemplo en el futuro.

   De esta forma los hermanos Cimadevilla, se sentaron nuevamente a la mesa, comieron el rico pollo, tomaron vino, se rieron, se jugaron bromas, y Pedro fue invitado para cenar con ellos.


  
     


  

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