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martes, 21 de diciembre de 2010

EL PAN DULCE DE LA ABUELA


      Como no recordar y añorar aquellos deliciosos panes, que la abuela preparaba con sus propias manos, castigadas por el paso del tiempo. No presentando excusas en el momento de ofrecer su especialidad.
   Desde el portón de entrada a su vivienda, me embriagaba el aroma, que el horno de su cocina a leña, me entregaba en forma clandestina.
   Su delantal no podía faltar en su indumentaria. La receta que guardaba en su memoria, era un secreto jamás revelado. El dulce seco cortado en trocitos,  las pasas de uva, y un chorrito de coñac le daba el toque final.-
   Llegaba la esperada noche. Sentados alrededor de la antigua mesa, compartíamos diferentes manjares, preparados por mi madre, y mis tías más cercanas. Había que guardarse para el postre. Como todos los años, nos avisaba al llegar, que no había tenido tiempo de amasar nuestro pan favorito. Por supuesto nadie le creía.
  Al fin, la abuela se dirige a su armario de dos hojas, recuerdo de sus padres, retirando una bonita bandeja donde luce en rodajas prolijamente ubicadas, el pan dulce.
   ¡Sólo una, porque me salió chiquito! nos decía la abuela. El silencio se apoderaba de nuestras vidas, y solamente se escuchaba  decir, ¡que rico, que rico!
   Con cara de satisfacción la abuela nos observaba. Todos rogábamos por la salud de la abuela, para que las próximas navidades, su exquisito pan dulce estuviera en la mesa.
   

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