Con muy pocas cosas en tu maleta, con los bolsillos vacíos, llegaste a estas tierras, en busca de trabajo, dejando atrás tu tierra natal.- La despedida, el viaje en barco rumbo a lo desconocido, y muchas veces encontraste un idioma que no conocías.-
Todo te parecía diferente, las costumbres, las comidas, el clima, y porque no, la propia gente.- Con esfuerzo y tesón, te ibas abriendo camino, en el trabajo que el destino te impusiera.-
Cada día era un desafío, y sin hacerle maña a nada, desarrollaste tus ganas de trabajar, de salir adelante, de conocer el amor.-
Muchas veces conocías una paisana, como le llamaban, y muy pronto, el matrimonio no se dejaba esperar.- Por necesidad, por soledad, por tener alguien en las noches para poder contar sus historias, formabas una nueva familia, borrando los recuerdos de tu añorada tierra.-
Carpintero, herrero, zapatero, comerciante, chacarero, fueron algunos de los oficios, que aquellos emigrantes tomaron como propio para poder subsistir.-
Una carta cada tanto de la lejana familia, y muchas veces nada. No debemos olvidar que venías refugiándote en este continente por las reiteradas guerras de tu País, y en muchas ocasiones la falta de trabajo.
La mayor riqueza que trajiste, fue tu orgullo, tu amor propio, la valentía de enfrentarte a todo aquello que no conocías. Te catalogaban “gringo”, dándote más fuerza para la lucha.-
No hay un pueblito en nuestro territorio, que no tenga un recuerdo del emigrante que pobló este suelo.- Sembraste la patria con tu descendencia. Te has ganado el respeto de tus semejantes, que como hombres y mujeres de bien, hoy viven en esta bendita tierra, ya no como gringos, sino como hijos de este terruño.
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