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sábado, 18 de diciembre de 2010

LA ESTANCIA DE DON ADOLF BRAFFER (1ra.parte - 1/3)

En la campiña de Bremen, Alemania, habían nacido Heinrich Wilhelin Blaffert y Magdalena Barget.- Se conocieron muy jóvenes, se casaron y decidieron venir para América, donde encontrarían, una tierra fértil, donde sus esperanzas de progreso, estaban aseguradas.-
   Solamente un baúl de madera, con muy poca ropa, pero lleno de proyectos, y con las ganas de trabajar.-
  A poca distancia de su campiña, estaba el puerto de Emden, perteneciente a la Baja Sajonia, y en  marzo de 1868, comienzan su viaje en el Bergantín Victoria, un barco de dos velas, preparado para largas travesías.-
  El largo viaje en barco, lo llenó de sueños, porque no faltaba algún emigrante, que hiciera sus cuentos, del amigo o pariente, que ya estaban en estas tierras.-
  La llegada al puerto de Montevideo, se produjo a mediados del año  1868.- El barco además de pasajeros, transportaba mercaderías, que venían  con destino a diferentes comercios de Montevideo.-
 Movimiento alocado, carruajes, feriantes, y un torbellino de emigrantes, que al igual que ellos, esperaban encontrar algún paisano que hablara su idioma, para poder comunicarse.-
   No tardó en observase la inexperiencia de estos jóvenes, y un charla barata, con señas, a media lengua, y como pudo, los conquistó para llevarlo en su carruaje, a una casa de huéspedes, en la Ciudad Vieja de Montevideo.-
   Sin plata, con poca ropa, tuvieron que hacer y trabajar, en lo que viniera, simplemente por la comida.- La vida en común en esa casa, un solo baño compartido, un solo lugar para comer y lavar la ropa, y muchas veces con miradas despreciativas por ser inmigrantes.- Regenteaba la pensión una negra gorda, que por las noches, cantaba y bailaba al compás del tamboril.-
   Este, no es nuestro lugar, pensaron estos jóvenes alemanes, y salieron a la calle, a buscar suerte.-
   Muy cerca de donde vivían, había una barraca de cueros, que tenía carros a caballo, que hacían viajes a la campaña, a buscar la mercadería.-
    Hablaron con el encargado, un turco no muy amistoso, que les informó, que el día jueves, saldría un carro que se dirigía hacia el norte, y que posiblemente tendría lugar para ellos.-   El jueves antes que saliera el sol, ya estaban los jóvenes Henrich y Magdalena, con su baúl pronto para buscar nuevos horizontes, en esta tierra.-
     Muy amable el señor del carro, los invita a subir y comienza el viaje.- Caminos de tierra, cañadas, sol, y mucha polvareda, ya que la gente a caballo, que los encontraba, eran diestros jinetes, y le llevaban ventaja.- El carro iba haciendo escalas, comprando cueros a matreros, gauchos y pulperías. Al llegar a una pulpería,  su dueño, un mulato, les tenía reservado unos cueros, que él recibía por la venta de aguardiente.-
   Cuando ya hacía cuatro días de dura travesía, una luz de esperanza llega a sus vidas. En un lugar muy cercano al camino, alcanzan a divisar una tapera abandonada.- Buenas pasturas, sombra, y un arroyito muy cerca del lugar.- En este lugar nos quedamos le dijeron los jóvenes al carrero.- Este lugar se conocía en la zona, como paraje Espinillo.-
   Al carrero le dio lástima y les regala un par de cueros, y les desea suerte.- Habían llegado al lugar en agosto de 1868.-
  Se acercan a la tapera, se abrazan, y se ponen a llorar.- Tres paredes de barro, techo de paja, pero con muchas averías, sin puertas ni ventanas, y con unas dimensiones prácticamente de tres por tres.-
   Se miran, se vuelven a mirar, y sin palabras, deciden explorar sus alrededores.- Por suerte,  leña, palos sueltos, y piedras, tenían al alcance de la mano.- Había que preparar la tapera para pasar la noche, y con una tormenta en puerta.- Acercaron palos, amontonaron piedras, y trataron de cerrar la falta de la cuarta pared, que según paresia, la había volteado el viento.   Su primera noche en la tapera, será inolvidable.- Ruidos extraños, ramas que se quiebran, viento, ruidos de animales a lo lejos, y para colmo de males, lluvia.-
   Las horas eran interminables, y fue imposible conciliar el sueño, pues su pensamiento y sus miradas estaban  en la pequeña abertura, que habían podido dejar, después de tanto trabajo.-
   Al fin llega la luz solar, y sus estados de ánimo cambiaron.-Lo primero era terminar de reacondicionar la tapera, para esperar las noches futuras, con más tranquilidad.-
   Pasaron varios días, y ya la tapera, se convierte en una pequeña choza, donde manejando la memoria de su querida tierra alemana, lograron darle un aspecto más confortable.-
   Jóvenes y fuertes con apenas veinte años recién cumplidos, trabajaban de sol a sol, para lograr una parcela limpia de malezas, y lograr investigar si tenían algún vecino.-
   La contestación a su inquietud, no esperó mucho.- Ese mismo día, un domingo de octubre de 1868, reciben la visita, del vecino más cercano, que se encontraba a cinco leguas de distancia de su choza.- Se baja de su caballo, extiende su mano derecha, y se presenta como Jacinto Dos Santos, un portugués, que vivía con su familia, en una vivienda ubicada sobre el arroyo, a pocos metros del camino.-
     Hubo necesidad de entablar una amistad, y darse de lleno, a esos vecinos, porque eran los únicos, en muchas leguas a la redonda.-
   El idioma fue el peor escollo, para poder mantener un diálogo con el vecino, pero con  gestos, dibujos en la tierra, y el buen esfuerzo del portugués, se inicia lo que luego sería una gran amistad.
   Ese portugués le enseñó a Henrich a trabajar la tierra, le prestó herramientas, y muchas veces les trajo comida. Henrich por el mismo quería tener sus propias herramientas, y de esa forma, organizar su propio sembrado.-
  Muy pronto llega el verano, y el clima sería un gran aliado de estos jóvenes, que recién estaban armando su hogar.-
  Las primeras aves de corral, le fueron regaladas por el vecino portugués.  El joven alemán, construye un corral, que a los pocos meses logra un lindo número de gallitas, patos y un gallo cantor.-
  Pero, en la primavera de 1869, la choza se llena de luces, y de alegría, nace su primer hijo, mas exactamente el 28 de setiembre de 1869,  que le llamaron Adolf.-
  Con más razón había que trabajar sin descanso.- La choza, ya quedaba chica, y hubo necesidad de ampliarla con otra habitación.-
   Al conocer la existencia de esa chacra en la zona, todos los viajeros que pasaban por el lugar, rumbo al norte, llegaban y adquirían de primera mano, pollos, huevos,  y hortalizas.-
  La joven señora Magdalena, le gustaba las actividades manuales, y con unas fibras que había encontrado en el lugar, hacía cestos y canastos, que les comercializaba, a los viajeros que llegaban a su establecimiento.-
   Con el producido de sus ventas, adquieren dos vacas lecheras, que encierran en un corralito de piedra, hecho a tal fin.- El vecino Jacinto Dos Santos, les consigue prestado un toro, y muy pronto, las vacas lecheras, tienen cría.- Con mucha paciencia, Henrich aprende a ordeñar, y tiene leche fresca para su pequeño Adolf, y con el sobrante, fabrican manteca.-

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