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viernes, 19 de noviembre de 2010

CHISMOSA, PERO SIMPÁTICA(1ra.parte-1/3)

      En un barrio como tantos, de un pueblito como tantos, vivían un grupo de vecinos, que más que vecinos eran una familia. Todos se conocen, comparten tristezas y alegrías, intercambiaban comentarios, dichos, entredichos y por qué no: chismes.
  Todo se desarrollaba en apenas dos cuadras, de una arbolada barriada, donde el carnicero, el verdulero y el peluquero son los principales referentes para los comentarios del barrio.
    Estas vecinas juegan con la información, con encuentros diarios y según el tema a tratarse, es el tiempo que le dedican.
  El robusto carnicero  Santiago con sus cincuenta años, goza de muy buena reputación entre las damas del barrio. Con su carácter bonachón y un poco inocentón. Lógico, siempre hay un motivo para ingresar en las charlas y las suspicacias.
  Juan un poco más joven, pues nunca niega sus cuarenta y ocho años, es el verdulero más chinchudo de muchas cuadras. Su soltería, según datos de su clientela femenina, lo lleva a tener ese mal carácter. Al lado de la carnicería de Santiago, se ubica Serafín el peluquero y barbero que el sábado pasado festejó sus cincuenta y cuatro años, en el bar del gallego Manolo.
  Estos veteranos comerciantes, tienen la posibilidad de conocer a las cinco mujeres más polémicas del barrio. De lengua filosa y de un ojo clínico muy agudizado, la cincuentona Rosita, tiene fama de chismosa. Sin quedarse atrás la tenemos a Pascuala, la viuda de Pérez, es una pensionista que le sobra el tiempo para entablar conversación con cada una de sus vecinas, más los comerciantes acreditados en la zona. Quién no ha visitado a Jacinta, la costurera jubilada, casada con Pedro.
  La Coca como la llaman sus amigas, es una mujer de mediana edad, pelirroja, dedicada a la venta de ropa para damas a domicilio. Algunos dicen que tiene más de cincuenta años pero ella, jura y asegura que tiene cuarenta. Día tras día visita las casas de sus clientas, ofreciendo su mercadería.
  Alguien dijo que Vilma, se mantiene soltera por qué de compadrona ningún candidato le venía bien. El que no era gordo, el otro petiso, el otro tenía mal aliento, e inclusive le molestan  los hombres calvos. Su madre Teodora siempre le recrimina que ha llegado a los cincuenta años, sin conocer el amor.
  Como todas las mañanas Rosita sale a ser sus compras.  Llega a la verdulería donde muy temprano los clientes eligen las mejores verduras.
Rosita- ¡Buenos días Juan!
Juan – Que tal Rosita, ¿que anda  buscando tan temprano?
Rosita – En fin; venía por algunas zanahorias, pero ya que estoy le voy a dar un datito.
Juan – Cuente, cuente Rosita, que sus comentarios siempre son jugosos.
Rosita – No se si es cierto, pero me contó Pascuala, que Silvana la jovencita que nadie sabe donde trabaja, anoche la trajeron a las tres de la madrugada, en un coche de color rojo.
Juan – Tal vez, comenzó a trabajar de enfermera
Rosita - ¡De enfermera! No sea tonto Juan, esa chica vio el algodón, solamente cuando le aparece la menstruación.

 En esos momentos ingresa a la verdulería Jacinta, con un bolso con carne fresca.

 Jacinta – Buenos días Juan y Rosita
 Juan- ¿Qué la trae por acá tan temprano? Ud. Siempre viene cerca de medio día
 Jacinta - ¿Cómo andas Rosita? pensaba que hoy tenías médico, como me lo comentaste  ayer.
 Rosita -  Me levanté temprano, pero perdí el turno en el Hospital. Fue por culpa de Adriana la divorciada, que según parece se hizo un aborto del panadero.
Juan – Diga Jacinta, ¿que precisa?
Jacinta – Precisaría Juan, unas cebollitas y tomates, le voy hacer un estofadito a Pedro, hoy cumplimos  cuarenta años de casada.
Rosita - ¿De casada? Yo tenía entendido que estás en concubinato, por lo menos me lo comentó la Coca, que te vendió la semana pasada una ropa interior de color negro.
Jacinta – Gracias Juan, mañana se las pago, cuando Pedro cobre la jubilación.
Rosita - ¡Quién la ve a esta vieja! tener el atrevimiento de pedirle fiado.
Juan – Bueno Rosita, que más le doy.
Rosita – Gracias Juan, solo llevo las zanahorias, aún tengo que pasar por la carnicería. Santiago debe saber si la divorciada Adriana, se hizo el aborto, él es amigo del panadero. Cuando regrese se lo cuento.

  En esos momentos se cruza en la puerta con Pascuala, y se saludan con un beso y un abrazo muy efusivo. Pascuala llega a la verdulería.

Pascuala - ¡Qué tal Juan! Que andaba haciendo esa chismosa.
Juan – Como siempre, ¿Ud. la conoce? Me preguntó por vuestra persona, ella la aprecia mucho.
Pascuala - ¿Le parece? Según Vilma come día por medio, y cuando se queda sin comida, visita algún familiar a la hora del almuerzo. Pobrecita igual la quiero.

Pascuala compra algunas verduras, y se retira de la verdulería. Pasa lentamente por la carnicería, y la ve a Rosita, charlando con el carnicero.

Rosita – Qué cosa Santiago, la Adriana nunca quiso saber nada de Ud.  Ella dice que Ud. Siempre tenía olor a carne fresca.
Santiago- ¡Eso no es cierto! Cuando podía acercarme a ella, me ponía el perfume francés que me trajo el boticario hace unos años.
Rosita – Bueno, a la Coca le pasó algo parecido. Su pretendiente tenía un aliento con olor a cebolla. El pobre trabajaba de cocinero, en un bodegón del barrio bajo.
Santiago- ¡Está bien Rosita! ¿Qué va a llevar?
Rosita – Un bifecito chico, lo voy a comer con una ensalada de zanahorias.
Santiago - ¿Cómo me lo vas a pagar?
Rosita – ¡Como siempre Juancito! tú me prometiste contarme el secreto de la solterona Vilma, y nunca lo has hecho. Cuando me lo cuentes te pagaré todo.
Santiago – Por favor Rosita, no me comprometa, ella es una buena clienta y veo que está llegando al comercio.

   En esos momentos ingresa a la carnicería Vilma. Con una falda larga con flores amarillas, un monedero de cuero negro, y sobre sus hombros una saquito marrón  de lana tejido por su madre.

Vilma – Hola Rosita, me dijo el carpintero Ciriaco que estabas internada en el Hospital con una colitis importante.
Rosita - ¡De ninguna manera!, ese atrevido habla por despecho. Lo que pasa, que él sabe muy bien, que yo le conozco su vida amorosa. No hace mucho se acostó con un homosexual, en su propia carpintería.
Santiago – Les agradezco que esos comentarios, lo dejaran para la calle, mi negocio es serio y no quiero perder mi reputación.
Rosita – Ahora que lo escucho, recuerdo su romance con una putita del bajo.
Santiago – Si no precisa más nada Rosita, voy atender a Vilma.
Rosita – Hasta mañana Juan, hasta muy pronto Vilma, saludos a tú mamá.
Santiago- ¿Qué precisa Vilma?
Vilma – Voy a llevar un buen puchero, y un par de costillas.

  Un silencio se apodera de la carnicería, y al pobre Juan se le cayó varias veces su cuchilla.

Santiago – Disculpe señorita Vilma, pero esta Rosita me pone nervioso.
Vilma – No se preocupe Juan haga de cuenta que yo no estaba.

  Serafín, el peluquero estaba sentado en la vereda de su comercio, en una silla pequeña de paja. Como no podía faltar Rosita se detiene junto a él.

Rosita – Hola Serafín ¿como está su perrito?
Serafín – Marcha bien, Gracias  a Adiós. Si no fuera por el veterinario Ramón, se me hubiera muerto.
Rosita – Ahora que lo nombra, me viene a la memoria cuando el veterinario estuvo enamorado de la renga Josefa. ¡La pobre! perdió su juventud esperando que el tal Ramón se declarara.
Serafín - ¡La verdad! Que no conocía esa historia.
Rosita – Eso que no le cuento cuando se me tiró un lance, al llegar a la farmacia. Diga que el farmacéutico también estaba enamorado de mí, y salió en mi defensa
Serafín – La voy a tener que dejar Rosita, porque veo que estar por llegar Pedro, el esposo de Jacinta.
Rosita – Ese también tiene su historia. No me diga que no sabe cuando se escapó en un bote con la mujer del panadero. En otro momento le cuento algo más.
Serafín - ¡Buen día Pedro! ¿Como anda su esposa?
Pedro – Gracias, le manda saludos.

  En la esquina se cruzan Rosita con Adriana, la divorciada.

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