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miércoles, 3 de noviembre de 2010

QUIERO SER PRESIDENTE(2da.parte)

   Así lo hizo, llegando al comercio del Sr. Distribuidor. Pregunta por él, y le informaron que tendrá que esperarlo, porque tiene una reunión de negocios. Unas dos horas estuvo Pancho, sentado en la vereda esperando al empresario. En esos momentos sale un señor de traje gris, anteojos para sol, que le informa: “Tendrás que venir mañana chico, hoy ya no tengo tiempo”. Pancho caminó unos metros junto a él, y le dice: “Tengo necesidad de trabajo señor, mis hermanitos y mi madre depende de mí.” El empresario sigue su camino, lo mira y le contesta: “Las decisiones en la empresa, las tomo yo, y ningún mocoso como tú, las va a interferir”.   ¿Quien le explicaba a este niño, la actitud de ese señor talvez mal llamado empresario? El despotismo y la soberbia,  duelen mucho más que una puñalada por la espalda. Decidió no volver por ese lugar,  seguramente mañana tendría más suerte.   Cuando llega a su casa, le espera la madre con sus hermanos, quienes hoy también habían pasado por circunstancias parecidas. No importa les dice la madre, la dignidad no la debemos perder, lo haremos por la memoria de vuestro padre.
   Un día  llega a la casa, Don Ángelo que desea hablar con Pancho.
   – “Hola Panchito, quisiera que volvieras al trabajo, tú sabes que el chico que contraté, faltaba mucho, la motocicleta estaba en el taller casi todos los días, y tuve que prescindir de sus servicios”
   En esos momentos el orgullo personal, prevalecieron ante el pedido de retorno.
  – “Mire señor,….en estos momentos me es imposible volver a su comercio, tengo varias proposiciones, que hoy tengo para evaluar. Le agradezco su visita, pero muchas veces hay que tener en cuenta lo conocido, y no lo que vendrá.”
   Su madre escuchaba el diálogo de su hijo, con el almacenero. En principio le parecía una mala idea, rechazar la oferta, pero por otro lado, se dio cuenta que su hijo, ya era un hombre.
   Nuevamente les espera la calle. La búsqueda de un trabajo digno y duradero. En horas de la tarde pasa por una peluquería, y se le ocurre una idea: “Buenos tardes señor. Si Ud. me enseña a cortar el pelo, yo le limpio el local, le preparo sus instrumentos, y a lo mejor hasta me gano algún dinero. El peluquero asombrado ante la franca propuesta del niño, decide darle una oportunidad.
   – “Como te llamas”
  – “Me llaman Pancho, y cuando sea mayor seré Presidente”
  Al oír su carta de presentación, el peluquero esboza una sonrisa y le responde:
   – “Para mi será un orgullo, haber tenido como dependiente a un futuro presidente, espero que te acuerdes de mí, me llamo Pascual.”
   – “Todo depende señor. Yo le voy a entregar a Ud. mis horas y mi esfuerzo, y debo recibir la compensación equivalente de un acuerdo laboral.”
   Sin más charlas comienza su trabajo, barriendo el local como primera experiencia, del trabajo que comenzaba.
   A la semana comienza los primeros pasos en el oficio de peluquero. Un niño como él, de cabello muy largo pero rubio, exige un corte escalonado, y Pascual le permite a su discípulo hacer los primeros cortes. El chico sentado en el sillón,  siente desconfianza de exponer su hermosa cabellera a un principiante; pero de igual manera decide aceptar.
   Finaliza el trabajo bajo la supervisión de Pascual, con la aprobación del joven cliente.
   Pancho termina su día de labor, regresando a su casa con unos comestibles que compra en el camino. Su madre prepara la cena, y escucha con atención los comentarios de sus hijos. Pancho está callado, pero sus ojos reflejan una preocupación. ¿Qué te pasa Pancho?, pregunta su madre. “Nada, solamente pensaba”. ¿En que piensas, quisiera saber? “Bueno…..creo que debo irme a otra parte”
¿Cómo a otra parte?, repite la madre.      
    Pancho termina de tomar su cuota de sopa, retira una manzana, se levanta lentamente, camina unos pasos y le dice a su madre:
  “Mire mamá…..catorce años de dura lucha, por el diario vivir, golpear puertas mendigando un trabajito, sentirse muchas veces humillado por el que cree ser superior, o tener un poder que nadie se lo ha asignado. En este pueblo solamente veo pasar los días, y  nosotros los jóvenes que nacimos en una franja de marginalidad, nos cuesta mucho llegar a una meta.”
  “Es por eso que quiero viajar a la Capital, y luchar cuerpo a cuerpo defendiendo mis derechos, y no se olvide mamá, que –Quiero ser Presidente – “
  La madre lo observa, y sus ojos se llenan de lágrimas, apretándolo entre sus brazos, le dice: “Eres muy joven Pancho, la Capital es muy peligrosa, no es como nuestro querido pueblo”
   Un beso en la frente entre madre e hijo, los lleva al descanso nocturno. Mañana seguirán dialogando.
   Esa idea del viaje a la Capital, la tenía fija este joven ambicioso, y seguramente cuando tenga la oportunidad, hará realidad su deseo.
   Al otro día lo primero que hace  Pancho, es dirigirse al domicilio de un profesional, muy reconocido en el pueblo. Llega a su domicilio, solicitando hablar personalmente con él. Muy educado y atento el profesional, le pregunta en que lo puede servir:
    – “Disculpe que lo moleste señor. Pero tengo algunas dudas, que talvez Ud. me pueda informar.”
   – “Como no joven, si están a mi alcance, con mucho gusto”.
   – “¿El Presidente de la República, es el que manda en un País, se hace lo que él dice, o alguien le pone piedras en el camino?”
  – “Mire joven. El presidente tiene sus propias ideas, y está asesorado por un grupo de personas de su confianza, que conocemos como Ministros. A su vez, debe escuchar a otro grupo de ciudadanos, que se llaman Legisladores, que son los representantes del pueblo”. “Pero joven”  ¿a que se debe esta curiosidad?
   – “No se, si Ud. sabrá, que yo quiero ser Presidente. Últimamente la calle me está enseñando, que no todo funciona tan bien, y que seguramente el Presidente ni enterado está, de cómo vive su pueblo. Es por eso que llegué hasta su domicilio, para conocer, la verdadera responsabilidad del primer magistrado”
  – “No te confundas. El presidente es el político de mayor rango en la escala de poderes de un País. Pero debe escuchar, y muchas veces aceptar lo que deciden los demás”
   – “En concreto, el no manda nada, deciden los mandos medios. Con razón en mi casa, mi madre muchas veces tiene que aceptar lo que decidimos sus hijos. Muchas gracias señor, perdone por su tiempo”
   El profesional queda sorprendido por el razonamiento del joven, que tiene una gran parte de razón. El la dice, los demás no se animan a expresarlo.
   Hoy llega tarde a la peluquería de Pascual, le pide mil disculpas, y comienza a barrer el local. Don Pascual había decidido incrementar en unos pocos pesos el corte de pelo. Pancho mira el cartel y le dice: “Don Pascual, si Ud. sube el precio, posiblemente vengan menos clientes, o el corte será más distanciado. Perderemos ingresos y no cambiaría nada. Con el precio que ya estaba estipulado, haremos mas cortes y la clientela quedará conforme”.
   Don Pascual se queda pensando, se rasca la cabeza, para luego darle la razón a Pancho.
   Pancho queda pensando: - “Este es mi primer ejemplo de que el patrón, escucha los mandos medios, que en este caso soy yo” –
   Pero la charla con el profesional le pegó fuerte en su cabecita. De aquí en más, observará detenidamente las acciones públicas y privadas.
   A medio día se dirige a su domicilio, cuando al llegar a una plaza pública,  ve a un grupo de obreros de la municipalidad en tareas de limpieza.  El capataz lee el diario, el chofer del camión, escucha música, dejando al libre albedrío a los tres peones, en las tareas asignadas, posiblemente por el jefe de limpieza. Cada uno estaba en la suya, no importándole la situación de sus compañeros.
   Pancho observa con atención esa estampa tan característica en la cotidianidad, y en la idiosincrasia de nuestros ciudadanos. Esto debe cambiar, pensaba para él, pero quien lo logra. Para hoy todo era muy fuerte, y decidió volver a su casa. Su madre aún no había llegado de su empleo, y sus hermanos ponían en condiciones el carro, que en horas de la noche, harían el recorrido ya establecido.
    Era temprano decidiendo ir a la cantina del club del barrio, a charlar con unos amigos. Hacía unos dos años que no concurría, y vio todo igual. La mesa de casín tapada con una lona a rayas, las mesas de jugar al truco distribuidas en el mismo lugar, los cuadros llenos de telas de arañas, el mostrador de chapa que fue de color azul, las bebidas en los estantes; todo parecía una postal que el tiempo y la desidia no permitió cambiar. Saludó al cantinero y a los presentes, decidiendo caminar sin rumbo, pero en libertad.
    No podía entender, como nadie tenía la voluntad, de hacer un cambio por el bien de los socios. Un club de tradición en el barrio, que seguramente moriría, si sus dirigentes, no aceptaban el cambio de las nuevas generaciones.
   Cada vez está más decidido  llegar a ser Presidente  y     caminaba despacio por las principales calles del pueblo. Observaba los carteles, no comprendía ofrecimientos en otro idioma, ni estaba de acuerdo en la imposición de marcas. Pero esa era la realidad que estaba viviendo. Cambiarla, pensaba él, sería todo un desafío.  
   Ya entrada la noche llega a su casa. Su madre angustiada porque sus patrones, no le habían liquidado la quincena, y el almacenero quiero cobrar. Pancho solamente la mira, sentándose a la mesa en espera de la comida. Sus hermanos quieren tranquilizar a su madre, diciéndole que mañana si Dios Quiere, tendrán un dinerito para cobrar y ellos se harán cargo de la cuenta de comestibles. Una película reiterativa en el hogar de esta familia, que seguramente no es la única. Todas esas injusticias, Pancho las guarda en su corazón, y junta fuerzas para lograr su objetivo.
   La situación no cambiará en la vida de este joven. Sigue todo igual, con la diferencia que faltaba muy poco para sus quince años. Ya no esperaba más, y por intermedio de un compañero que hace seis meses se fue a la capital, piensa conectarse para seguirle los pasos.

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