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miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA HERENCIA DEL TIO PASCUAL( 1ra.parte- 1/5)

   En la sala comedor de una vieja casona de mediados del siglo XX, se encuentran reunidos los cuatro hermanos Cimadevilla, prontos para comenzar la ceremonia de la cena. La particularidad de estos hermanos es que todos están solteros. José es el mayor tiene setenta y ocho años, usa gafas y se jubiló de empleado público. Martina con sus setenta y dos recién cumplidos, también jubilada de maestra. Antonio, con sus sesenta y nueve nunca trabajó por una discapacidad en su brazo. La más joven es Sofía de sesenta y un años, pelo canoso de rodete, es profesora de piano, y aún tiene sus alumnos. No podemos olvidar a la tía Juana, hermana de su padre, chispeante mujer de unos sesenta años,  profesora de inglés.
   Pedro es el viejo mayordomo, que ya cumplió los cuarenta años sirviendo a la familia Cimadevilla. Todo estaba listo para comenzar la cena.

 José - ¡Pedro! Sirva la cena
  Pedro –Sí señor, en unos minutos estoy con Uds.
  Antonio – Mi corazón  me dice que tendremos una velada diferente. ¡ No lo sé!  No me hagan caso.
 Martina – A mi la pechuga, Pedro, ¡tú ya lo sabes!
  Pedro – Si señorita, hace muchos años que se la tengo reservada.
 Sofía – ¡No seas guaranga Martina!, después que te tomas unos vasos de vino, ni te das cuentas lo que estás comiendo.
 Antonio – Insisto, ese pato no tiene apariencia de tierno, y nos traerá mala suerte.
  José - ¡Por favor Antonio! Tu prótesis no se va a dañar, puedes comer tranquilo.
  Pedro – Señor José, su porción preferida, como siempre. A Sofía le reservé las patas, que espero estén a su gusto.
 Martina – Me pondré el collar de perlas de nuestra madre, ella me la regaló, en su lecho de muerte.
 Sofía – Realmente ella me había dicho que sería para mí, y no su anillo de fantasía, que sacó en una rifa.
 Antonio – Nuestro padre sólo me entregó un reloj de bolsillo, que tenía cortada la cuerda, aunque me había prometido su anillo de oro.
 José – No debes quejarte Antonio, a mí nunca me regaló nada, y eso que era su hijo mayor.
  Pedro – Les agradezco que sigan con esas historias ya vencidas, y ahora de que sirve.
 José – Tiene razón Pedro, sentémonos a la mesa.


   Cada uno de los integrantes de la familia, ocupa el mismo lugar en la mesa desde hace treinta años, desde que sus padres murieron, por comer un pollo en mal estado. La sala casi en penumbra, una música suave del viejo fonógrafo nos trasladará mentalmente al exquisito mundo vienés.
    Hoy se servirá el plato predilecto de los hermanos; pato al horno con puré de manzanas. El añejado vino de la reserva familiar, no puede faltar.

   Antonio - ¡Un momento siento un ruido en el patio!
   José – Yo no escucho nada, te habrá parecido, o tal vez el gato del vecino.
  Martina – La música está un poco fuerte, Pedro ¿Me hace el favor de bajarla?
  Pedro – Enseguida me encargo de eso, estoy tratando de servir el pato.
   Sofía - ¡Pedro! Me hace Ud. el favor de alcanzarme la servilleta que en un descuido, cayó al suelo.
  Pedro – Para servirle señorita, con mucho gusto.
  Martina – José, no te olvides de pedirle el libro a la señora bibliotecaria, porque estoy interesada en su lectura.
  José - ¿Por qué no se lo pides tú? Si pasas por la puerta de la biblioteca, cuando vas a visitar a tu amiga Florencia.
  Martina – No me agrada la expresión del rostro de la señora bibliotecaria.
  José - ¿Cómo era el título del libro?
  Martina – “El hombre que volvió de la muerte”, dicen que fue verídico.
  Sofía – No seas tonta Martina, será solo una novela, como tantas.

  Antonio se mantenía en silencio, con muy poco apetito, pero con mucha sed. En esos momentos suena el timbre de calle.

  Sofía - ¡Pedro! El timbre
  Pedro – Sí, ya lo oí señorita, de inmediato estaré en la puerta
  
    El vecino Augusto con cara de preocupado habla con Pedro:

  El vecino Augusto – Buenas noches Pedro. Vi luz y llegué por aquí
   Pedro - ¿Qué se le ofrece Sr. Augusto?
  El vecino Augusto – Preguntar que hace ese crespón negro en el zaguán, ¿hoy por la mañana no estaba?
   Pedro – No significa nada, algún chico quise hacer un chiste de mal gusto. Muchas gracias igual, y buenas noches.
  José - ¿Quién era Pedro?
  Pedro – Era el señor Augusto, que vio un crespón negro en la puerta de calle, y llegó preocupado.
  Antonio – Que no sea pájaro de mal agüero, ese viejo, más vale que preocupe por su hija, que según dicen es sonámbula.
  Sofía - ¿Sonámbula? , ¿Quién te dijo? Tú has tomado vino, antes de la cena, y ya no sabes lo que dices.
  Antonio – Todo el barrio lo sabe, generalmente en noches de luna llena, como la de hoy. Con respeto al vino, te diré, que soy dueño de mis actos, y tomando cuando tengo sed.
  Martina – Corra bien las cortinas Pedro, no quiero ver a esa mujer pasar por la vereda.

   El vecino ya se había retirado, y a los pocos minutos nuevamente el timbre.

   Martina - ¡Pedro, el timbre! ¿Será la sonámbula?
   Sofía – No te preocupes Martina, ella buscará muchachos jóvenes, no viejos.
   Pedro – Voy por el timbre, antes dejaré la botella de vino sobre la mesa.
   Pedro – Buenas noches joven ¿que desea?
   El mandadero – Hace rato que estoy buscando la casa, y un señor borracho, me indicó que era la casa que parecía un ataúd.
   Pedro - ¿Cómo un ataúd?
   El mandadero – Según el borracho, hace años que sus habitantes parecen muertos.
   Pedro – Bueno, bueno muchacho, que se le ofrece.

 En joven entregaba al mayordomo un sobre, dirigido a los hermanos.

  Pedro – Este sobre es para Uds. lo envía el tío Pascual.
    ¿El tío Pascual? Se preguntaron todos en voz alta.
  El mandadero - ¡Espero la propina señor! Siempre que entrego una carta me la han dado.
  Pedro – Está bien joven, tome una moneda.

  De inmediato se interrumpe la cena, y José como hermano mayor es el encargado de abrir el sobre. En su interior una carta y un documento. Otra sorpresa: se escucha el piano de Martina, que se está ejecutando la partitura preferida de la tía Juana.-

    José - ¿Quién toca en tu piano Martina?
    Martina – No lo se, voy hacia él.-

     Sorpresa fue para todos cuando desde la sala de música aparece la silueta elegante de la tía Juana.

    Tía Juana - ¡Hola mis queridos sobrinos! Estaba aburrida y me dije: me corro a saludar a los hijos de mi hermano, y de paso les doy los saludos de vuestro tío Pascual.-
   Sofía – A lo justo, acabamos de recibir una carta de él y estábamos por leerla.
   Pedro - ¿Gusta cenar con la familia srta.Juana?
   Tía Juana - ¡Con mucho gusto, no podía perderme el exquisito pato al horno!
    Pedro - ¿Cómo sabías que teníamos ese menú?
   Tía Juana – Me lo imaginaba, es vuestro plato preferido.
  José – Les agradezco que tengan la amabilidad de escucharme, voy a leer la carta del tío.
  Martina - ¡Me parece! Que como maestra debería leer yo la carta del tío, tú estás un poco corto de vista.
  José – Pero yo soy el mayor, y deben respetarme.
   Tía Juana – No se peleen entre hermanos, José tiene razón.    
   Antonio – Deberíamos autorizar a Pedro a escuchar la carta del tío, él ya es parte de la familia.

  ¡Por supuesto!, contestaron todos

  Con voz  ceremoniosa y pausada comienza la lectura:

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