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martes, 23 de noviembre de 2010

LA HERENCIA DEL TIO PASCUAL( 2ra.parte- 2/5)

  “Queridos sobrinos:
     Uds. representan para mí una parte importante de mi vida. Vuestro padre, mi hermano Felipe, más que hermano, fue un amigo”

  Una corta intervención de los presentes, posterga la lectura.

Sofía - ¡Pobre tío Pascual! Pensar que lo vemos ¡tan poco!
 Antonio – ¡Si el año pasado cuando fuimos, andaba de paseo!
 Martina – Y ya se olvidan que cuando estuvo operado en el Hospital, fuimos una vez a verlo.
 Antonio – Tiene razón Martina, ¡él también puede venir a visitarnos!
 Tía Juana – No me corresponde intervenir, pero él siempre los recuerda con mucho cariño.
 Sofía - ¡Dime tía! ¿Qué hizo su violín el tío? Cuando éramos pequeños lo escuchábamos con atención y sin chistar.
 Tía Juana – Creo que aún lo mantiene, pero hace mucho que no lo ejecuta.
  Antonio - ¡Me encantaría volverlo a escuchar, sería como volver a nuestra niñez!
  Tía Juana – Se lo diré cuando esté con él, y no duden que así será.
José – Les agradezco que no me interrumpan, para comentarios superfluos, seguiré leyendo.

   “En aquellos días de vuestra niñez, no pude disfrutar de sus juegos infantiles, mi trabajo me mantenía alejado muchas veces de la calidez familiar”.

Martina – La primera cartera que llevé a la escuela, me la regaló el tío, para una navidad.
Antonio – A mi me regaló un caballito de madera, baratito nomás, porque al poco tiempo perdió la cabeza.
   ¡Pero! Nuevamente el piano.

Sofía - ¿Qué pasa con ese piano, quién está en él?
Antonio – Yo iré a ver.

    Antonio entra al comedor, con los ojos sobresaltados, y en un temblor.

 José - ¿Qué pasa Antonio?
 Antonio - ¡El abuelo!...¡El abuelo!
 José - ¿Qué pasa con el abuelo, Antonio?
  Antonio – Está sentado en el piano, y me sonríe.
Martina – Eso es imposible, el abuelo hace más de quince años que falleció.
 Tía Juana – No se extrañen, el abuelo me dijo que posiblemente nos visitaba

   Por unos minutos el silencio se apoderó del comedor, y solo se podía escuchar la marcha del viejo reloj. Alguien debía interrumpir el silencio y lo hizo Pedro.
 
Pedro - ¡Por favor!, escuchen a vuestro hermano José,  el vino afectó Antonio y está viendo visiones.

   Continúa la lectura de la carta:

  “Hoy en el recuerdo, añoro el buen vino que tenía Felipe en su alacena. El postre de frutillas de vuestra madre y el fresco aroma de la madreselva”
El teléfono insiste en ser atendido, y por unos minutos se interrumpe la lectura. Pedro fue el encargado interlocutor del llamado.

  Pedro – Hola, ¿Quién habla?
  Teléfono (voz de mujer) - ¿Hablo con la casa de los Cimadevilla?
  Pedro – Sí, ¿que desea Ud.?
  Teléfono – Era para informarle que un coche fúnebre está estacionado frente a vuestro domicilio ¿Alguien ha muerto?
   Pedro - ¡Hola, hola……!

La llamada se cortó de improviso, no identificándose quien llamaba.

  José - ¿Quién era Pedro?  ¿Qué quería?
   Pedro – Sólo me dijo que un coche fúnebre esta estacionado frente a nuestro domicilio, pero de inmediato interrumpió el llamado.-
   Martina – Debieras haber insistido, y preguntarle quien llamaba.-
  Pedro – No me dio tiempo.

    Como empujados por el propio demonio, los cinco salieron a la puerta. Para asombro, ahí no había nada. La tía Juana sentada a la mesa, observaba con total tranquilidad el estado emocional de la familia Cimadevilla.

  José – ¡Qué llamada de mal gusto! ¡Nunca falta una mal educada!
  Antonio - ¿Esa mujer se habrá enterado de la carta del tío?
  Martina - ¡Por favor! No tiene nada que ver con el tío, solamente nosotros sabemos lo de la carta.
     El teléfono insiste y es la propia tía Juana, que lo atiende.
 
 Tía Juana -  ¡Hola, cómo están todos! Aquí estoy en casa de mis sobrinos, cumpliendo la misión del tío Pascual.
 José – ¿Quién era Tía Juana?
  Tía Juana - ¡Unos amigos!
  José – Pero tú le dijiste que estás cumpliendo una misión del tío. ¿Acaso sabías lo de la carta?
  Tía Juana - ¡Por supuesto! Mi hermano me cuenta todo.
  Antonio - ¡Qué lástima! Podrías haber venido junto al tío Pascual, para agradecerle habernos tenido presente en su testamento.
  Tía Juana – Él los tiene en su corazón, y quiere lo mejor para Uds.
  Martina - ¿No has probado bocado tía, no te gusta el pavo?
   Tía Juana – Ya lo haré, estoy algo indispuesta. Sigan con la lectura.
 Sofía – Olvidemos esta interrupción.  Prosiga José con la lectura.

“El día que partieron mis padres, “vuestros abuelos”, fue un día gris, de mucho viento e insistente llovizna. Al otro día el sol brilló como nunca.  Pienso que esta carta interrumpió la estructurada cena de todos los días.”

   Martina - ¿Por qué no lees el documento?,  posiblemente nos dice la intención del tío, porque esa carta se va por las nubes.
  José – ¡De ninguna manera!, respetaremos la voluntad del tío Pascual.

    En un sofá al lado de la chimenea, Pedro descansa con los ojos cerrados, pero los oídos bien atentos.

   “Por mi cariño de tío, y por el amor que le tuve a mi hermano Felipe, no podía dejar de pensar en este momento. Me encomendé al Señor, recé junto a la tumba de mi finada esposa, y ambos iluminaron mi mente. Siempre pensé que lo material no era lo más importante, que la vida debíamos llenarla de presencias enriquecedoras, y no de ausencias permisivas.”

Antonio - ¡Vaya, vaya!, me parece que este pájaro voló por las ramas, y nos está pasando factura, por nuestras ausencias.
Martina - ¡No juzgues!, es una bonita metáfora que debemos tenerla presente.
Sofía – ¡Seguí José por favor!, y no permitas que vuelvan a interrumpirte.
José – No haremos conjeturas hasta terminar de leer la carta y el documento, igual en cualquier momento nos visita el tío.
Tía Juana - ¡Por supuesto! Aunque Uds. no lo crean siento sus pasos muy cerca.

  En esos momentos desde un mueble ubicado en una esquina de la sala, se cae un jarrón recuerdo de familia.

Antonio - ¡Qué cosa más rara, jamás hubiera pensado que ese jarrón se podía caer!
José - ¡Por favor muchachos!, no vieron que la gata barcina estaba sentada detrás del pedestal. Sigamos con la carta.
Sofía - ¡Observen por favor! Un papel estaba guardado dentro del jarrón, y ahora esta en el suelo:
José – Hazme un favor Pedro, nos traes ese papelucho.
Martina – Déjenme observarlo. (Muy despacio toma ese papel amarillento, y lo lee diciendo:) ¡No puedo creerlo!, es la partida de defunción de nuestra abuela, la madre del tío Pascual.
Tía Juana - ¡Qué raro! Esa partida la tenía mi hermano Pascual en su caja fuerte, la guardaba con mucho respeto.
Antonio – Bueno tía, a lo mejor se lo trajo a nuestro padre, y él al no tener caja fuerte, lo guardó en ese jarrón de la familia.
José – No le demos importancia a ese papelucho, seguramente lo habrá guardado nuestro padre hace muchos años.  Voy a continuar con la lectura.


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