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viernes, 26 de noviembre de 2010

CHISMOSA, PERO SIMPÁTICA(2da.parte-2/3)

Rosita – Hola Adriana, que bonita te veo hoy. ¿Tal vez estás enamorada?
Adriana – No sea chistosa Rosita, yo sigo enamorada de mi difunto esposo.
Rosita – Pero lo que se comenta en el barrio es otra cosa. Según comenta la rubia que trabaja de doméstica en los Suárez Pereira, que sales con el farmacéutico.
Adriana – No le permito esa infamia. Soy mujer de un solo hombre.
Rosita – ¿Dirás por noche?
Adriana – Adiós Rosita, Ud. Tiene la lengua muy larga, y yo no la soporto.
Rosita - ¡Si yo hablara!

   En esos momentos llega a la verdulería de Juan, Coca, la vendedora de ropa.

Coca – ¡Hola Juan! que lindo día.
Juan - ¡Lindo día será para Ud. Coca, para mi regular!
Coca - ¿Qué le ha pasado?, nunca lo he visto tan nervioso.
Juan – ¡Es que esa Rosita!, pone nervioso a cualquiera.
Coca – No le debe hacer caso, ayer estuvo en casa a visitarme, mejor dicho a pedirme fiado una prendita.
Juan – Me imagino las cosas que le anduvo chusmeando.
Coca – Bueno, en realidad.
Juan – No se quede con el entripado, y largue el rollo.
Coca – No quiero tener problema, es muy fuerte.
Juan – No importa, uno debe saber con quien está tratando.
Coca – Bueno, se lo voy a contar. Parece que el chico de la otra cuadra, el rubiecito, vio, es homosexual.
Juan – Eso le dijo, si ese chico anda de novio con la morochita que está empleada en la tiendita de la turca.
Coca – Más, me dijo que su novia le consigue los candidatos.
Juan – No le hagas caso, esa Rosita cada vez está más chismosa. ¿Qué va a llevar?
Coca – Unos tomatitos como para ensalada y un kilo de papas.

    Se hizo un corto silencio, cuando vieron entrar nuevamente a Rosita.

Rosita – A lo justo Coca, iba para tu casa a cambiarte la ropita que traje ayer. Me parece que no es de buena calidad, ¿y tú sabes?
Coca – No hay problema, te espero en la tardecita, porque ahora tengo que hacer otros mandaditos.
Rosita -¡Mandaditos!, o te vas a ver con el Ramón.
Coca - ¿Qué Ramón?
Rosita – No te hagas la tonta, si todo el barrio comenta que te encuentras con el Ramón, el diariero.
Coca – Eso es una calumnia, y no te voy a permitir
Rosita – Y entonces de donde sacó la plata, para comprarse una bicicleta nueva.
Coca – Eso no es problema mío. Aquí terminamos la conversación.

    Coca tomó su bolso, y salió muy rápido de la verdulería.

Rosita – ¡Vio Juan, que nerviosa se puso!, seguramente le di en la matadura.
Juan – Está bien Rosita, te pido que esos comentarios no me lo hagas en el local, me vas a correr todos los clientes.
Rosita - ¡Ud. también tiene las suyas!, hasta luego picaflor.

    Llegó la hora del medio día, y como es costumbre la hora de dormir la siesta en sagrada. Después de la hora 16, recién comienza el movimiento.
 Serafín no tiene abierto su peluquería, y Santiago (el carnicero), llega en busca de sus servicios.

Santiago - ¿Dígame Don Froilán, no me lo ha visto a Serafín?
 Froilán -  Creo que iba a visitar a su hermano, que andaba un poco enfermo.-

   En esos momentos como por arte de magia pasa Rosita.
 
Rosita - ¿De que hermano me estás hablando? Si tengo entendido que es hijo único. Se habrá ido a encontrarse con alguna loca, como es su costumbre.
Santiago - ¡Por favor!, no repitas eso,  Serafín es un hombre serio, respetuoso e incapaz de hacer semejante mentira. 
Rosita – Acaso no se enteró cuando cotejaba  a la jovencita Silvana. Diga que ella lo trató de baboso, y nunca más pasó por su vereda.
Santiago – Bueno, bueno, Ud. solamente pasaba, mejor que se acomode el ruedo de esa pollera, que lo tiene descosido.
Rosita - ¡No ve! Ud. también se pone un poco baboso, mirándole el trasero a una dama.
Santiago – Que le vaya bien Rosita, sigo con mi trabajo.

   Aquella fugaz conversación pero muy sabrosa, llega a su fin. Rosita continúa su marcha, seguramente a visitar a Pascuala, la viuda de Pérez.
 Pero pasa por la vereda de Vilma, que está con su madre en el recibidor con un hombre muy apuesto, y descocido en el barrio.
   Observa con atención esa escena, y luego sigue su camino.

Rosita – Buenas tardes Pascuala, tengo una información que te va a sorprender.
Pascuala – Espérame un segundito, que retiro un recipiente del fuego. (la demora fueron unos minutos, y nuevamente…)
Pascuala -  Soy todo oído, tus informaciones siempre son jugosas, y llenas de emoción
Rosita - ¿No tendrás un vaso de agua? En el camino se me secó la garganta, seguramente de la sorpresa.
Pascuala – Comienza, que me tienes intrigada.
Rosita – Como lo hago siempre pasé por la casa de Vilma, esa solterona amargada de la otra cuadra. Sin querer,… miro por la ventana del recibidor, y que veo.
Pascuala – Me imagino a su madre Teodora tejiendo, como lo hace siempre.
Rosita - ¡No! Un hombre, desconocido, la tenía a la Pascuala agarrada de la mano, y la muy cuernuda de su madre presenciaba la chanchada.
Pascuala – ¿Estás segura que la tenía tomada de la mano?
Rosita – Por supuesto, de oído no ando muy bien, pero la vista no me falla.
Pascuala – No te puedo creer. Luego justamente tenía que llevarle una planta que le había prometido, y trataré disimuladamente de averiguar.
Rosita - ¿Por qué no vas ahora? A lo mejor aún está el tipo.
Pascuala – No, tengo que cambiarme, prenderme los ruleros, y cortarme las uñas de los pies, para ponerme las sandalias.
Rosita – Pero vos si que eres complicada. Aprende de mí, tres peinetazos y estoy pronta.
Pascuala – Qué vas hacer, soy diferente.
Rosita – Está bien, en la tardecita vengo por la noticia. Seguramente ha de ser un candidato que primero se fijó en la madre, y luego por descarte se queda con la hija.

   Se retira del domicilio de su amiga, pero era tan grande su curiosidad que decide visitar a Jacinta (la costurera jubilada), porque vive casa por medio con Vilma.

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